Es una isla de contrastes, de humedad y alegría, de sobrevivencia y elogiable profesionalidad, de gente de una extraordinaria amabilidad y dignidad. Un lugar del que uno, en el fondo, nunca se va y al que anhela volver. En una calle sombría descubrimos una guarida increíble que nos dejó tan fascinados como atónitos. Allí maridamos una extraordinaria cena con Ken Forrester Syrah Reserve, de la zona vinícola Stellenbosch, en Sudáfrica, y su uva nos supo a chocolate, a fruta madura y a son.
Es una isla repleta de música. Una de las canciones que más escuchamos y disfrutamos fue Chan Chan, de Compay Segundo.