Este es un vino recurrente. Como recurrente es su uva mencía en el paladar, su intensidad, su retrogusto. Bebimos Dominio de Tares Cepas Viejas, de la D.O. Bierzo, por primera vez, en vaso y no en copa, en un lugar de sol y descanso, de amistad y felicidad, de (traga) mar y noches cristalinas. Después formó parte de más de una casa rural, con sus paseos, sus ríos, música y chimeneas, con el recuerdo que impregna ciertos días, con el deseo de volver.
La última fue en un encuentro inopinado una noche de eneldo y cardamomo, de esas que me envuelven, de ritmo hierático y sosiego en derredor. Dimos cuenta de una botella al final de una cena tranquila, en una mesa alargada y cercana que ya es como nuestra casa.
Recurrente es también esta canción de Silvio Rodríguez, iterada en mis dedos y en mis oídos. Óleo de mujer con sombrero es, para mí, la más bella canción jamás escrita, jamás compuesta. Con esta postrera versión, de una armonía maravillosa, de una melancolía envolvente, comprendo el significado de lo que sentí la primera vez que la escuché.