Cada cierto, indeterminado tiempo nos reunimos con I. y J., A. y N. para hacer una comida con cata. Los vinos que compartimos, dos por sesión, han de ser siempre diferentes, siempre variados. Se repiten, y es inevitable, las risas, las miradas y algunas conversaciones.
Uno de los que hemos probado es este Barón Philippe de Rothschild, de la Región Vitícola Valle del Maipo, en el Valle Central, Chile, un vino repleto de uva carmenere, de su color, de su persistencia, su sabor único.
En esos días, mientras remuevo la copa para oxigenar el vino, suelo pensar en A., en nuestras primeras tardes, en una amistad que se forjó en aquel tiempo de blanco y negro, despreocupado pero intenso, de partidas de ajedrez, meriendas y música de radiocasete. Como esta canción de U2 que lo comenzaba todo, Where the streets have no name.
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