La primera experiencia que tuvimos en este restaurante fue, digamos, insatisfactoria y solo la compañía, y algún pequeño placer, permitió salvarla. Hace unas semanas regresamos con N. y A. y, ahora sí, hallamos la plenitud prometida. Comenzamos por la bodega, con sus mil botellas y sus viandas; pasamos a un comedor con unas vistas tan agradables como la conversación que allí se citó; reposamos finalmente en la terraza, acogedora y apacible.
Catamos dos vinos y uno de ellos fue Clío, de la D.O.P. Jumilla. Sus uvas monastrell y cabernet sauvignon están perfectamente ensambladas y le dan intensidad y una deliciosa persistencia. Un vino que te envuelve, que se queda en el recuerdo.
La música que me sugiere aquel día es la bossa nova, envolvente, apacible, acogedora. Como Tarde em Itapoã, de Vinicius de Moraes e interpretada también por Toquinho.