jueves, 12 de enero de 2017

Bruto


Ahora sí, estábamos alrededor de la mesa con E. y E., C. y A., y A. disfrutando de un excelente solomillo Wellington, entre otras exquisiteces, de las risas consabidas, de cierta, agradable penumbra, de cada peculiar complicidad. Las paredes rezumaban jolgorio y libros arrinconados, la cocina se había vestido de juventud. En las copas brilló Bruto, de la D.O. Jumilla, un inmenso vino repleto de potencia, todo intensidad, todo sabor. Su uva monastrell tiñó la botella, los dientes y el recuerdo.

Fue un comienzo de año, cuando lo que vemos por delante es una especie de libro en blanco con su promesa de bienestar, con la recurrente intención de escribirlo con letras felices, con el indefectible deseo de que nos abrace la dicha y lo siga haciendo aquí y también un poco más lejos. Como dice John Fogerty en Don't you wish it was true.


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