domingo, 30 de abril de 2017

Montecastro


El día terminó como suelen acabar estas noches, con una blancura como de sol, con un revuelo como de inquietud, con una alegría como de alivio. Sé que bebimos Montecastro, un vino muy potente de la D.O. Ribera del Duero que transmite la fuerza de su juventud tan bien como conjuga la mítica tempranillo con una pequeña cantidad de uva merlot. Sé también quién nos acompañaba. El resto flota en una especie de niebla cálida y azul, en un duermevela aún no desvelado.

Lo que tampoco recuerdo es cómo en mis notas, junto al nombre de este vino y entre paréntesis, apareció Sinnerman. De algún modo, y gracias quizás a R., debió de ocupar el salón la extraordinaria voz de la gran Nina Simone.


sábado, 15 de abril de 2017

Remírez de Ganuza


El día comenzó nublado aunque apenas amenazaba lluvia; de hecho, cayeron unas pequeñas gotas que ni a sirimiri llegaban. En media hora el viento, frío y agradable, descubrió el sol y ya era primavera. Nos encontramos con N. y A. en un pueblo rodeado de viñedos y abrigado por una sierra.

De una forma en cierto modo inopinada, bebimos Remírez de Ganuza, un maravilloso vino de la D.O.C. Rioja, potente y complejo gracias a sus uvas tempranillo y graciano y a las pieles de viura y malvasía. Volver a catarlo fue, para mí, como regresar a un lugar feliz.

Por la noche, en un momento cinematográfico repleto de música, se coló de improviso The Cure cantando In between days.


sábado, 1 de abril de 2017

Pia


Volver a este lugar con I. y A. supuso una semana de recuerdos y presente, de días radiantes aderezados con sombreros, arena y fideuá, de música de altavoz e instantes de cuerdas rasgadas y siesta. Entre la habitual degustación destacó Pia, un vino blanco de Eslovenia, hecho con uva riesling, seco, fresco y frutal. Un magnífico descubrimiento. Lo acompañamos de diversos platos y, con los brindis, hablaríamos de determinismo y libre albedrío, de méritos y oportunidades, de cómo evitar el próximo traspié.

Cuando pienso en aquellos días, no puedo dejar de sentir una alegre, deliciosa, buscada melancolía. Como al escuchar Solamente adiós, de Ariel Rot.