El día terminó como suelen acabar estas noches, con una blancura como de sol, con un revuelo como de inquietud, con una alegría como de alivio. Sé que bebimos Montecastro, un vino muy potente de la D.O. Ribera del Duero que transmite la fuerza de su juventud tan bien como conjuga la mítica tempranillo con una pequeña cantidad de uva merlot. Sé también quién nos acompañaba. El resto flota en una especie de niebla cálida y azul, en un duermevela aún no desvelado.
Lo que tampoco recuerdo es cómo en mis notas, junto al nombre de este vino y entre paréntesis, apareció Sinnerman. De algún modo, y gracias quizás a R., debió de ocupar el salón la extraordinaria voz de la gran Nina Simone.