Volver a este lugar con I. y A. supuso una semana de recuerdos y presente, de días radiantes aderezados con sombreros, arena y fideuá, de música de altavoz e instantes de cuerdas rasgadas y siesta. Entre la habitual degustación destacó Pia, un vino blanco de Eslovenia, hecho con uva riesling, seco, fresco y frutal. Un magnífico descubrimiento. Lo acompañamos de diversos platos y, con los brindis, hablaríamos de determinismo y libre albedrío, de méritos y oportunidades, de cómo evitar el próximo traspié.
Cuando pienso en aquellos días, no puedo dejar de sentir una alegre, deliciosa, buscada melancolía. Como al escuchar Solamente adiós, de Ariel Rot.
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