sábado, 28 de noviembre de 2015

Marboré


La primera vez que fuimos a ese lugar con P. y N., como las siguientes, no tuvimos que elegir la comida. Tampoco el vino y nos sirvieron Marboré, de la D.O. Somontano, y la mezcla de uvas tempranillo, merlot, cabernet sauvignon y las autóctonas moristel y parraleta se transfiguró en elegancia, intensidad y sabor, mucho sabor. Un vino para los buenos momentos.

La última vez que lo bebimos fue hace muy poco, con M. y R., una tarde de lluvia, frío y algún revés. Conversábamos, tal vez soñábamos, y entonces, de los altavoces del local, que se imponían, salió la música de Fito y Fitipaldis. Aquí, rememorando épocas muy lejanas, interpreta Fito la canción Al cantar. Con ella podemos intentar "olvidar los malos momentos, convertir en virtud defectos".


sábado, 21 de noviembre de 2015

Martúe


Probamos por primera vez Martúe, de la D.O. Pago Campo de La Guardia, de Toledo, en una casa de techos elevados y paredes repletas de arte, un hogar que rebosa gastronomía, calor e ironía. En una comida excelsa y enriquecedora, en la que E. y C. por su edad debieron conformarse con agua, U. y Á. compartieron con nosotros el monovarietal 100% syrah. Fue tal el placer, fueron tales las sensaciones olfativas, gustativas y visuales, que es desde entonces uno de nuestros vinos favoritos. Después hemos bebido otros perfectamente ensamblados con cabernet sauvignon, merlot, tempranillo o petit verdot. Un vino grande, sabroso, peculiar.

No sé por qué pero hoy Martúe sabe a fado, a saudade, a buscada, magnífica melancolía. Como la voz de Mariza, que aquí interpreta con cercana emoción Ó gente da minha terra.


lunes, 16 de noviembre de 2015

The Ladybird


El asfalto, con la lluvia, parecía de charol. Las aceras rebosaban alegría, extravagancia y juventud. Los coches, en su idiosincrasia, lucían en blanco y negro. Era casi de noche en el Soho.

El restaurante era acogedor, tal vez minimalista. A. e I. salivaban ante la carta mientras I. y yo tratábamos de elegir el vino adecuado de entre una variada oferta internacional. Le he echado el ojo a uno, dijo uno de los dos; y yo, contestó el otro. Como si de una conjunción planetaria se tratase, como en más de una ocasión nos ha sucedido, ambos dirigimos nuestro dedo índice hacia The Ladybird, de la zona vinícola Stellenbosch, de Sudáfrica. Nuestras bocas se llenaron de uva merlot, cabernet sauvignon, cabernet franc y petit verdot para acompañar los pasos y los recesos de una cena inolvidable.

De allí fuimos a Ronnie Scott's y ahora, con la distorsión que siempre acompaña al recuerdo, pienso que quizá estuvimos escuchado en ese templo del jazz a Marlango cantando, por ejemplo, Madness.