domingo, 5 de noviembre de 2017

1780


La mesa estaba junto a un ventanal desde donde contemplamos la noche acaecida. Cada detalle, cada minuto que transcurría, rezumaban tranquilidad. Nos trataron con una amabilidad exquisita que correspondimos con un paladar muy agradecido. Los platos se sucedían, sabrosos, artísticos, originales. Bebimos 1780, de la D.O. Costers del Segre, y la untuosidad de sus uvas cabernet sauvignon, garnacha y tempranillo envolvió el conjunto hasta hacerlo inolvidable. Luego llegaron instantes de colores y son. ¡Qué más se podría pedir!

Días como este levantan tanto el ánimo que despiertan el deseo de que esta dicha alcance cada rincón, cada casa, cada mente. Y hacen que uno sueñe con cotas aún más elevadas, como tener el talento de Bob Dylan o ser Forever young.


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