En ciertas ocasiones, cuando se tercia, me gusta pedirle al o la sumiller que nos sugiera un vino poco habitual, tal vez potente, tal vez elegante, pero que maride con lo que vamos a degustar. La última vez, en un lugar hierático y apacible, entre cherne, mojo y wasabi, algas, maracuyá y gofio, nos sirvieron Agos Sillon, un extraordinario vino de la región vinícola de Vayots Dzor, en Armenia, y su uva areni noir llenó nuestros paladares y nuestra memoria. Una experiencia sublime, emocionante.
Una cena como esta es, para mí, a la gastronomía, lo que el falsete a la música. Bee Gees canta Too much heaven.
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